Estados Unidos debatía hace una semana el ritmo de la reapertura del país, tras más de dos meses de confinamiento, por la peor pandemia en un siglo. La destrucción de empleo por el parón económico evocaba los peores fantasmas de la Gran Depresión, pero el peligro de rebrote obligaba a calibrar bien las fases de desescalada, porque, en medio de todo esto, ¿cuándo estaría lista la vacuna? El coronavirus sigue activo, pero en estas noches de fuego y rabia nadie parece acordarse de él. Todas las restricciones han saltado por los aires ante una ola de tensión racial que empezó con la muerte de un afroamericano bajo la rodilla de un policía y ha puesto a la primera potencia ante una tensión límite, con toques de queda en las grandes ciudades, la Guardia Nacional desplegada y el Ejército preparado para actuar. No había ola de protestas y disturbios contra el racismo tan generalizada desde el 68.
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